jueves, 19 de marzo de 2009

UNIDAD DE APRENDIZAJE III

EXTRAIDO DEL TEXTO: SAUL D. CESTAU. HISTORIA DEL NOTARIADO URUGUAYO DESDE LA EPOCA COLONIAL HASTA LA SANCION DE LA LEY Nº 1421. Montevideo 1976.


EL NOTARIO EN LA ANTIGÜEDAD


Cuando en los pueblos de la antigüedad se dieron las condiciones necesarias para el surgimiento y desenvolvimiento de las formas jurídicas, nace y se desarrolla en ellos una profesión importante: la de escriba.

1. Egipto, 2. Babilonia, 3.Palestina:

En Egipto, Babilonia y Palestina, la presencia del escriba fue reclamada por las exigencias de las reales haciendas y acrecentamiento de los negocios.

Las funciones de los escribas fueron variadas, según los pueblos y las épocas; pero se admite que en Egipto y Babilonia fueron fundamentalmente contables y de redacción de documentos, y que, en cambio en Palestina, las tareas del Escriba se relacionaban directamente con la interpretación de la Ley.

En Egipto, Babilonia y Palestina los que aspiraban a alcanzar la categoría de escribas aprendían en escuelas especiales a escribir –ya en tabillas de arcillas, ya en hojas de papiros, según las épocas y los pueblos y los caracteres utilizados-, a redactar, a seleccionar las expresiones y las fórmulas adecuadas según el acto o contrato a registrar; y que en escribir adquirían maravillosa destreza basta a probarlo el recordar que en la canción de amores del Salmo 45 se dice en el versículo inicial, “….mi lengua es pluma de escribiente muy ligero”.

Manuel V. Gómez R. Tratado de Derecho Notarial Dominicano. 1997, señala que en Egipto, al escriba se le tenía como el posible antecesor del notario, a este se le relacionaba con la divinidad, ya que en las procesiones de Isis iba un escriba superior sagrado con plumas en la cabeza, un libro, una regla, tinta y una caña para escribir. Necesitaba conocer jeroglífico, miografía, geografía y el ritual de la ceremonia y estaba destinado a dar fe de lo que ocurría. En la organización religiosa THOT era el escriba divino y su reino era el intelecto. El escriba fue fundamentalmente un funcionario de un crédito indispensable en una organización estatal en que la administración se apoyaba en textos escritos. La institución del escriba fue de variedad suficiente para atender o cubrir las diferentes actividades de la población. Los escribas estuvieron al servicio del faraón o del visir o del director de tesorería y aún para las tropas del ejército; jerárquicamente obedecía a las autoridades de que dependía con la denominación: comandante de escriba de campo, director de escriba de campo. En las funciones protocolares era el escriba quien introducía a los magistrados ante los faraones. Esta ha sido principalmente la evolución histórica, una cierta clase de desdoblamiento entre el testigo y el notario. Aparentemente el notario ha ganado la competencia.



4. Grecia

En Grecia los derechos privados carecieron de uniformidad, y el simple consentimiento fue suficiente para la validez y eficacia de los contratos. Mas, y a pesar de ello, el peligro de su extravío y los riesgos de la mala fe de los contratantes, creó la costumbre de extenderlos por escrito (en tablillas de arcilla, pergaminos de cuero o papiros), sellarlos y depositarlos. Dicha costumbre llevó, insensiblemente, al desarrollo de una institución, que en mucho recuerda al notariado moderno, integrada por personas a las cuales los otorgantes de contratos privados recurrían para que se los redactaren, autenticaren y conservaren en custodia. (Saúl D. Cestau. Pág. 10)

Manuel V. Gómez R. Tratado de Derecho Notarial Dominicano. 1997, señala que en Grecia la función notarial predominó sobre la registradora, a diferencia de lo que sucedía en Roma. En Grecia los notarios asumieron directamente la función registradora, tanto para los contratos celebrados entre particulares, como para las convenciones internacionales. En este pueblo existieron oficiales públicos encargados de redactar los documentos de los ciudadanos, estos oficiales públicos eran los notarios, los cuales tenían diferentes denominaciones, las cuales eran: Apógraphos o Singraphos, a veces eran llamados Mnemones o Promanémonos, todos estos nombres eran alusivos a la función escrituraria o a la recordación y constancia de los hechos que la requerían. Los Singraphos eran considerados como verdaderos notarios, cuya principal función consistía en llevar un registro público. Estos sujetos eran muy comunes en la ciudad de Atenas, en la cual no se otorgaba contrato alguno si no se inscribía en Registro Público llevado por ellos. Cada tribu contaba con dos de ellos, los cuales estaban más circunscritos a la familia o gentilicio y gozaban de grandes consideraciones y honores. Los Mnemon, Promnemon o también conocidos como Sympromnemon, se consideraban como los representantes de los precedentes griegos del notario; ya que se encargaban de formalizar y registrar los tratos públicos y las convenciones y contratos privados. Eran conocidos los síngrafos y los apógrafos y que en Atenas no se encontraban contratos sin inscribirlos en el registro público que llevaban esos singrafos que eran verdaderos notarios y que cada tribu tenía dos de ellos que gozaban de grandes consideraciones y honores. Otros autores dicen que ellos eran simples copistas.


5. Roma

Se admite, en general, que en Roma se distinguían los escribanos en notarios, tabularios y tabeliones.

Los notarios así llamados en consideración a la costumbre que tenían de escribir valiéndose de notas fueron simples secretarios de las personas a cuyo servicio se hallaban. A veces ni siquiera llegaron a tanto, y fueron simples esclavos públicos a quienes se confiaba la tarea de estenografiar los discursos de los gobernantes y las arengas de los generales.

Los tabularios eran oficiales municipales subalternos, encargados de llevar las cuentas de los magistrados y de custodiar los documentos del catastro y las listas de los habitantes de una ciudad.

Los tabeliones revistieron, en puridad, el carácter de verdaderos profesionales encargados de redactar, con las formalidades debidas, los actos y contratos que los particulares les encomendaban. Aparecieron entre los siglos II y III de la era cristiana, como resultado del desdoblamiento de las funciones de los tabularios. Actuaban en las ciudades importantes y su nombre deriva de las tablillas de madera, recubiertas de cera, sobre las cuales escribían los actos y contratos a que eran llamados.

Basta recordar los extremos que debía acreditar el que aspiraba al cargo y el formalismo a que debía ajustarse al redactar sus instrumentos, para tener que admitir que es en el tabelionato romano donde se encuentra el origen donde se encuentra el origen del notariado de la edad media. En efecto, el aspirante debía ser física e intelectualmente apto; debía acreditar, previamente, su idoneidad moral y técnica; debía ser investido por el Decano del Colegio y prestar juramento; debía extender los documentos en papel que ostentaba un rituálico encabezamiento y en ellos debía figurar la fecha, la intervención de tres testigos, siendo, por último, imprescindible la presencia del tabelión en el momento del otorgamiento.

Escriba, es un vocablo utilizado desde muy antiguo para designar una clase de funcionarios con cierta cultura general y especifica que lo distinguía del común de la gente y les aseguraba privilegios y consideraciones especiales. Los vemos en la más remota antigüedad en Egipto, Palestina, Grecia y Roma. En Egipto se dedicaron a funciones contables y confección de documentos escritos. En Palestina, su arraigo y predicamento deviene de la condición de doctor e intérprete de la ley. Entre los hebreos se tiene al escriba por maestro de la ley mosaica, en el plano religioso. Pero actuando en uno u otro plano, sus funciones fueron siempre encumbradas, y aún cuando sus miembros no provenían de la nobleza, gozaron de alta consideración y de privilegio, llegando a desempeñar papeles directivos en la conducción del gobierno. (José Alberto Garrone. Diccionario Jurídico. Tomo II. Pág. 67).

En tiempos antiguos se denominaba así al varón consagrado al estudio, interpretación y aplicación de la ley, sin deslinde apenas, entre lo religioso y lo civil en los mandatos de este. En el antiguo Egipto, los escribas ocupaban todos los cargos públicos. Entre los romanos, sus funciones estaban reducidas a meros auxiliares de los magistrados.


En Israel. En el pueblo hebreo es donde los escribas tuvieron mayor importancia y variedad. Unas veces eran los escribientes o secretarios de los reyes de Judá, como Saraia de David, Elioref de Salomón y Sobna de Ezequías. Fueron también comisarios el ejército, como se comprueba en ciertos pasajes de Jeremías y los Macabeos. Pero, principalmente constituían los doctores de la ley, encargos de copiar y enseñar los libros sagrados para conocimiento de todos los israelitas. El que olvida el precepto enseñado por un escriba, echa a perder su vida, dice el Talmud.


Pertenecían los escribas a tres clases:

a) los escribas de la ley, que la interpretaban con autoridad respetada;

b) los escribas del pueblo, magistrados con funciones diversas;

c) los escribas comunes, notarios públicos y secretarios del Sanedrín.

En Roma. Con referencia a ella, T. D. Bernard señala que se crearon distintas corporaciones o colegios de escribas. Enumera los ceraii, que tenía por misión escribir en tablillas de cera; los librarii o bibliotecarios, que cuidan de la conservación de los libros; los notarii, copistas y registradores, tan ágiles en la escritura, que tomaban los discursos de los oradores. Entre los que eran funcionarios públicos, menciona a los accensi, verdaderos secretarios de los magistrados con imperio; los escribas censuales, encargados de redactar, corregir y registrar los senadoconsultos, así como llevar la estadística patrimonial de los senadores; también los fiscales y los cuestoriales, cuyas funciones se relacionaban con los impuestos y tributos. (G. Cabanellas. L. Alcalá - Zamora. Diccionario Jurídico Usual. Pág. 176.).


6. El notariado precolombino en tierras de América.

Las tribus que habitaron en las regiones del Río de la Plata carecieron de toda base jurídica y desconocieron la escritura, y por lo mismo sería torpe buscar en ellas atisbos de la profesión notarial.

Mas no ocurre lo mismo tratándose de las tierras en que florecieron las civilizaciones maya, azteca e incaica.

El empeñoso historiador Tomás Diego Bernard (h) ha incursionado, en una de sus tantas investigaciones, en el área del derecho Incario, y encuentra en él funcionarios cuyo quehacer se desenvuelve afrontando tareas similares a las de los escribas de la antigüedad clásica.

En el Incario esa función, similar a la de los escribas, está en manos de los “quipu-camáyoc”, oficiales de estadísticas y empadronamiento que, por medio de sus cuerdas anudadas (los famosos “quipus” incaicos), recogían datos demográficos y geo-económicos, a la vez que registraban los sucesos históricos para los anales del imperio” (Bernard).

El quipu-camáyoc, a semejanza del escriba egipcio fue a un tiempo contador, copista y cronista; y cabe parangonarlo al escriba hebreo por cuanto participaba de la tradición religiosa.

Precisando sus funciones, anota Bernard:
“Copista, contador, cronista, interprete, da testimonio, es fedatario y redacta, escribe la instrumentación (aún en la forma de cuentas anudadas, propia del incario, como en el papiro o la tableta de arcilla o el diploma, con un lenguaje, de signos o cifras en el Oriente) con el predeterminado fin de darle autenticidad, seguridad y perdurabilidad. Y es esa labor la que lo aproxima, como antecedente remoto, al notario o escribano de las épocas modernas y contemporáneas. En el orden estrictamente americano el quipu-camáyoc es el predecesor autóctono del escribano de la Colonia y del período independiente” (Bernard).

George G. Vaillant, nos lleva a admitir que entre los mayas y los aztecas actuaron funcionarios que desempeñaron tareas notariales – contables, registrando migraciones, episodios históricos y tributos, con especial esmero los tributos que debían pagar las ciudades sojuzgadas.



7. El notario en el descubrimiento y exploraciones iníciales de Latinoamérica.

Cuando se revisa, aunque sea muy ligeramente, la historia del descubrimiento y exploración de Latinoamérica, quedan de manifiesto las causas que condujeron a lo que Bartolomé de las Casas denunció de destrucción de las Indias Occidentales.

Las primeras expediciones de descubrimiento y las que siguieron a bien de extender las exploraciones y afianzar las conquistas, fueron empresas temerarias y económicamente arriegadas; y a fin de restringir los gastos de las mismas las tripulaciones se formaron recurriendo a sujetos de muy baja ralea. Recuérdese, en prueba de lo expresado, según la tradición oficial la tripulación de la primera expedición de Colón se formó con delincuentes y condenados a trabajos forzados por agravios a su Alteza.

Si a tan sospechosa procedencia se suman los móviles que empujaban a los componentes de las expediciones que no eran propiamente los de aventura, sino sed incontenible de oro y piedras preciosas y ánimo esclavista se cae en la cuenta de que quienes cumplieron funciones notariales en Latinoamérica durante los días del descubrimiento, exploración y conquista, deben haber sido, en general, hombres de pelo en pecho, que si sabían del miedo era solo por referencias, y cuyos conocimientos y procederes dejaron mucho que desear.

Mas, como fueron los notarios integrantes de dichas expediciones los primeros que llegaron a América munidos de la potestad de dar fe, y como es a través de ellos que las fórmulas notariales antañonas cobraron nueva vida en un mundo también nuevo, recordaremos, y rápidamente, a algunos de ellos.

a) El primero en cumplir funciones notariales en Latinoamérica fue don Rodrigo Escobedo o Descobedo. Las inició el 12 de octubre de 1492, cuando en su carácter de notario de Armada, desembarca en las Bahamas Centrales acompañando a Colón, los dos Capitanes Pinzones y al interventor real (Rodrigo Sánchez de Segovia) y cumpliendo los requisitos reglamentarios levantó el acta notarial relacionada con el hecho de la toma oficial de la isla Guanahani (a la que el Almirante puso el nombre de San Salvador), certificando, a instancias de Colón, “como él por ante todos tomaba, como de hecho tomé, posesión de dicha isla para el Rey e por la Reyna sus señores, haciendo las protestaciones del caso”. La historia enseña que este primer notario de América falleció poco después, en el fuerte de Navidad, siendo uno de los 39 españoles que quedaron voluntarios en la Española, cuando Colón regresó a España en enero de 1493.

b) A Rodrigo Escobedo le siguieron, de seguro, los notarios que documentaron las tomas de posesión de las tierras descubiertas por Hojeda y Vespucio, Vicente Pinzón y Diego de Lepe.

c) Los sigue un notario que no viene en funciones de tal, sino de las promisorias de conquistador. Aludimos a don Rodrigo de Bastidas, sevillano de noble cuna, que en agosto de 1500, en unión del experimentado piloto Juan de la Casa, partió de Cádiz. Exploró unos 1.000 Kilómetros de costa desconocida y “Mediante sustracciones y cambios -según afirma el historiador “Maguidóvich se hizo con una inmensidad de oro, perlas y palo Brasil y capturó junto al río Magdalena a muchos esclavos.

Fray Bartolomé de las Casa, quien fue amigo personal de Bastidas, lo tuvo por hombre piadoso, a pesar de que a su regreso llevó a España, totalmente desnudos a través del mar atlántico, a un contingente de indígenas.

d) Conforme a las costumbres de la época el notario era llamado no solo para dar fe de la toma de posesión de islas y tierra firme, sino, también, para la toma de posesión de los mares; y fue en atención a dichas costumbres que cuando Vasco Núñez de Balboa descubre el Océano Pacífico, el 29 de setiembre de 1513, el notario que lo acompañaba compuso y leyó el acta pertinente, dando cuenta de la toma de posesión por el descubridor y para la Corona de Castilla, de los mares que en la fecha había descubierto, así como de las tierras, costas, puertos e islas del sur con todo lo que contuvieren.

e) Juan Díaz de Solís pisó tierra uruguaya el 2 de febrero de 1516, en el paraje que llamó Nuestra Señora de la Candelaria (posiblemente en lo que es hoy el puerto de Montevideo, frente al Cerro), y ante el escribano Pedro de Alarcón y el estado mayor de la Armada, tañendo trompetas, tomó posesión de estas tierras para la Corona de Castilla, ajustando los procedimientos a las instrucciones que llevaba al efecto.

Las instrucciones decían: “La manera que habéis de tener en el tomar de la posesión de las tierras é partes que descubriéredes ha de ser, hagáis ante escribano público y el más de testigos que pudieres é los más conocidos que hubiere, un acto de posesión en nuestro nombre cortando arboles é cavando ó haciendo, si hubiere disposición, algún pequeño edificio, é decir cuántas lenguas está en la mar, poco más o menos é á qué parte é qué señas tiene, y hacer allí un a horca, y que algunos pongan demanda ante vos, é como nuestro capitán é juez, lo sentencéis y determinéis de manera que en todo toméis la dicha posesión, la cual ha de ser por aquella parte donde la tomáredes, é por todo su partido é provincia ó isla, é de ello sacaréis testimonio sinado del dicho escribano, en manera que haga fe. Pedro Manchilla, á 24,mdías del mes de noviembre de 1514. Yo el Rey.

Pedro Alarcón fue, sin duda, el primero que cumplió funciones notariales en Uruguay y fue, también, el primer notario que dejó sus huesos en esta tierra, pues es cosa comprobada que integró el grupo de los que murieron junto a Solís, en las playas del Río Uruguay sobre el departamento de colonia cuando los charrúas pusieron fin a las andanzas del descubiertos del Río de la Plata.

f) En el correr del año 1533 entre los hombres de Francisco Pizarro se efectuó el reparto del rescate de Atahualpa, partición que fue autorizada por el escribano Pedro Sancho, quien aparece en el documento respectivo favorecido dos veces: una por ser componente de las fuerzas de la infantería, la otra por haber labrado la escritura de compañía. No nos caben dudas de que este colega Pedro Sancho fue perito en lo que Joaquín Costa calificó, alguna vez, de flebotomía notarial.

g) Recordemos, poniendo fin a estas notas sobre los notarios del descubrimiento y exploración del Nuevo Mundo, al vizcaíno, natural de San Sebastián, Francisco de Isásaga o Isasiga, que fue uno de los 57 temerarios españoles que acompañaron a Francisco de Orellana en la aventura que condujo hacia el “país de las amazonas”.

El 4 de enero de 1542 Orellana elige a Isásaga para escribano de la expedición, a bien de que registre todo lo que pasare y diere fe de lo que aconteciere, y le toma el juramento de rigor.

Fue, dice Bernard, el fedatario de la arriesgada empresa, y agrega que en el desempeño de sus cometidos fue un consumado cronista y en sus escrituras que técnicamente hoy se membretarían de actas de notoriedad plasmó una versión fidedigna de los acontecimientos que culminaron con el descubrimiento y exploración del gran río meridional.

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